Muerte amada.
- CalíopeBlogs
- 21 sept 2020
- 2 Min. de lectura
Actualizado: 22 sept 2020
Desde cierto día que no duermo. Siento la pesadez en mi garganta, el ardor de mis ojos y el negro oscuro debajo de ellos me hace saber que mi mente está cansada. Fue en el claro de la noche, el mismo instante en el que todo parece encajar. Ella estaba en mis brazos, descansando bajo las eternas estrellas. Mi mente dio un giro y regresó a su lugar de forma violenta.
Había muerto.
Y quizás sus rizos grises me lo hicieron saber, o el vacío oscuro e inerte de sus ojos, la escasez de su antigua mirada.
Tan rápido como llegó aquél funesto pensamiento, se fue dando pasos veloces y ajenos.
-Vamos, querida. Tu pálida piel me desconcierta. Necesitas dormir.
La llevé conmigo, escondida entre mí cuerpo. Mi brutalidad ingenua fue excesiva para su delicado cuerpo, permitiendo que uno de sus pequeños dedos se libere de su propia carne y caiga hacia el suelo.
Sin embargo, es sólo un cuerpo. Este envase nunca revelará la entrañable alma oculta en su interior. La dejé caer suavemente en las telas, mientras reconstruía mi fantasía más soñada. Le rogué a mi dueña por una eternidad junto a ella, sabiendo que en algún momento la mortalidad iba a impedir cumplir mis deseos.
Fue sólo una noche, una de aquellas agobiantes y solitarias en las que no hay pensamiento que consiga salvarte del destino que te acecha.
Finalmente me decidí. Acerqué mi esquelética mano hacia su cuerpo y una sombra blanca y pura se elevó en los aires.
Anhelo reencontrarme y cruzar su mirada con la mía nuevamente, pero en el fondo sé que no va a ser posible.
Mi cuerpo fue recorrido por un viento helado al percibir aquella intuición nuevamente. Hay trabajo por hacer. La tela negra y enorme que visto ya no calienta mis fríos huesos.
Caminé por la muerte que me convirtió en esclavo desde cierto día que no duermo.

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